
Corpus: Daniel García al sesgo
Gilda Di Crosta
Texto publicado originalmente en Revista Anuario 2012, Rosario.
En el Espacio Cultural Universitario de la UNR, el 9 de noviembre de 2012, Daniel García inauguró “Corpus”, donde presentó un conjunto de obras diversas: pinturas, dibujos, fotomontajes digitales y un video. El origen de esta muestra fue la serie de desnudos exhibidos en “Nocturno”, los cuales se reflejaban y multiplicaban en los cuadros de los cielos nocturnos, astrosos. Allí las féminas desnudas dialogaban con la noche. “La esfera celeste es el lugar en que los hombres proyectan su pasión por las imágenes”, pero con la certeza de que contemplar la noche, sus cielos, es la gracia y la perdición.
Esta investigación de la noche se continuó con la muestra “Ad Astra per Aspera”, donde los mapas estelares nos envolvían en una fantasmagoría que presentificaba nuestro estupor ante el infinito, al mismo tiempo que una Venus, recostada apaciblemente, dejaba ver su vientre ahuecado, sanguinolento, en el lugar del centro de gravedad, acompañada por una serie de gravedades.
En la muestra “Nachleben”, si bien Daniel García reúne cuadros de distintos períodos de su producción, las obras Reconstrucción I y II, realizadas ex profeso para dicha exposición y lugar, están en el origen de las composiciones de los retratos que, a partir de fotomontajes, forman parte de “Corpus”.
El término Nachleben, recuperado por Didi-Huberman de Aby Warbug –quien lo trabaja como un concepto– es lo que vertebra la indagación artística de García en las distintas obras, y que persiste en “Corpus”, ya que es una y otra vez dar vueltas en torno a las imágenes sobrevivientes. Ésas que irrumpen en la memoria haciendo que lo inactual acontezca. Imágenes que dicen de la supervivencia de un pasado que no termina de pasar. En este sentido, “Corpus” es la actualización de los mitos de las ninfas, de las sirenas, que aún persisten enigmáticas en la literatura, el arte, el pensamiento, con su poder de seducción intacto a través de los tiempos, por la monstruosidad fascinante que todavía pervive.
Parténope, Leucosia, Telxepia (obras realizadas con un proceso de fotomontaje digital) son retratos perturbadores por lo que suscitan alrededor de la mirada, por la imposibilidad de sustraerse a sus miradas que inquietan, por la desubjetivación que presentan siendo retratos. Son retratos sin sujeto, no porque no hay representación de un alguien, sino porque evocan ausencia de semejanza no con un original, sino ausencia de la idea de semejanza a un original. Eso es un escándalo para la concepción del retrato, pero aquí la desubjetivación asegura la fantasmática configuración de las Sirenas, de su reactualización mítica.
El grupo de cuadros de “Corpus” titulados con pronombres en inglés, donde body se reiterada –esta elección nos habla de un uso plástico del lenguaje por su materialidad– en la insistencia y la consistencia de las imágenes, es una mostración de cuerpos femeninos desnudos –en la mayoría de los casos en posiciones incómodas–, en escenografías íntimas: sobre una cama en la cual hay un deleite por las arrugas de las sábanas. Estos cuerpos dialogan con los desnudos de Lucian Freud, aunque en los de García la piel está trabajada no por sus pliegues, sino por sus manchas, sus heridas, sus raspaduras.
La serie Nobody, Somebody y Anybody parece decir que el desnudo que se presenta no es un develamiento de la piel, sino que atañe a lo corporal en tanto que se ofrece a la mirada y se abre más allá de un mero mostrar la piel, para alcanzar otro punto: el instante en que se pone en tensión “el tacto de Eros” en su destino mortífero. Estas imágenes nada más lejos de querer dar con desnudos femeninos recubiertos de cierta idealidad, ni con la representación de la mujer-objeto víctima de una problemática social. En todo caso, estos desnudos fundan una “arealidad”, en el doble sentido, que señala Jean-Luc Nancy, del término: la de la piel, la de la tela del cuadro, que da “el pesaje de lo corpóreo”, por la exposición de las marcas, las raspaduras, sedimentadas como en un transcurrir.
Cuerpos femeninos, donde no sólo los rostros están ocultos, sino además el sexo, que intentan, por sus posiciones, a pesar de aparentar una mostración “obscena”, guardar, o mejor dicho, poner a resguardo un enigma. Esfinges que desnudas retacean el develamiento de lo que parece manifiesto.
En Argonáuticas, Apolonio de Rodas relata que al pasar los argonautas cerca de la isla en la que habitan las Sirenas, el único que sucumbe, deja los remos y se arroja al mar es Butes, respondiendo a un deseo irrefrenable. El canto, según este autor –que difiere con lo que Homero le hace decir a las Sirenas–, es maligno, inarticulado, bestial. Daniel García, con su video Sirenas, abandona el pincel y se arriesga a dar el salto para ir en busca de ese canto, de la experiencia del encuentro de Butes con estos personajes mitológicos.
En este “corpus”, que va de la pintura al fotomontaje digital, a la música y el video, como un artista nómade, Daniel García, al sesgo entre lo mítico y lo actual, ni arcaico ni posmoderno, se dirige al encuentro de ese imaginario en que el presente es deudor del fulgor que viene de lejos, de los tiempos.
