Encuentro (2021)

Retrovisor (2010)

Retrovisor

En un óleo de Luc Tuymans fechado en 1986, Rear mirror (espejo retrovisor), lo único visible en la tela es lo que, sobre el fondo vacío y brillante constituido por la imagen del parabrisas, el espejo representado refleja. La visión que tenemos del paisaje (una cinta brillante de asfalto jalonada de sombras y flanqueada por indiferenciadas masas oscuras de vegetación o de tierra) aparece sólo en la representación del espejo. Delante de nosotros sólo hay luz, ninguna forma, ningún volumen, como si no estuviésemos en condiciones de percibir el terreno hasta no haberlo atravesado. Si nos atenemos a la definición del diccionario, el espejo retrovisor está destinado a que el conductor de un automóvil “pueda ver lo que viene o está detrás de él”. Es decir, el espejo retrovisor no es sólo una mirada hacia el pasado (el terreno que hemos transitado) sino también hacia el futuro (lo que nos viene siguiendo y posiblemente nos rebasará). Tal vez ese punto de vista (y la evocación que el título de la pintura hace a Rear Window de Hitchcock) es lo que provoca una cierta sensación ominosa al contemplar esta obra de Tuymans. En cualquier momento esperamos ver aparecer por un recodo del camino al auto perseguidor, o a algún otro peligro menos representable. 

Esta doble mirada, hacia el pasado y hacia el futuro, alienta la selección de obras que presento en ésta, mi primera muestra no sólo en la ciudad de Córdoba sino en toda la provincia. Mirada al pasado, que no sólo es al pasado reciente de mi obra, sino a mi pasado personal, ya que parte de mi familia procede de localidades del sur de la provincia: Leones y Marcos Juárez. 

En Retrovisor presento obras que en cierta forma reflejan los últimos doce años de mi carrera, un terreno transitado por mí que siento todavía como parte de mi presente. Pero también dije mirada al futuro, porque espero hallar en la obra ya realizada la cifra de la obra por venir, y en ese sentido, se trata de una “prospectiva”.

Hay en mi obra una constante alusión, más o menos velada, más o menos evidente, no sólo a la tradición y la historia de la pintura sino a la historia de la cultura, en el sentido más amplio posible de esta palabra. No hay nostalgia en esta mirada, sino un intento de atisbar lo que desde atrás viene a nuestro encuentro para luego sobrepasarnos y sumergirse en ese futuro aún difuso e indiferenciado. Doble mirada, doble relación con el tiempo, para mí constitutiva de la pintura, que es un presente -en sus diferentes significaciones- del pasado destinado al futuro. Esa relación con el tiempo se halla resaltada en mi obra: podría decirse que practico un cierto elogio de la obsolescencia, expresado en el proceso mismo de la pintura que deja sus marcas, su historia, sobre la tela. Son pinturas que, en cierta forma, han nacido ya viejas y cuyo deterioro está previsto. 

He buscado, sin duda pretenciosamente pero también con una cierta ingenuidad, conjurar “la participación necesaria del tiempo, la mano, la inspiración y el azar” que según Juan José Saer constituyen “los atributos esenciales del arte”. Por ahora, en el espejo retrovisor sólo puedo ver algunas imágenes supervivientes, persecutoras en su insistencia, sin poder discernir aun lo que desde allí avanza hacia mí.